Este es el título con el que Mauro Cadove ha bautizado un artículo suyo publicado en Rinconete. Muchos lo leeríais en su día, al igual que yo. Hoy he vuelto a leerlo y no puedo dejar de pensar una vez más que me encanta.
Es un buen artículo porque los que conocemos el mundo del que está hablando, nos sentimos identificados y sabemos cuánta verdad encierran sus palabras. Al mismo tiempo, es una buena forma de dar a conocer el trabajo de corrector para los ajenos, tanto en lo relativo a su existencia como a la dificultad de su tarea.
El texto se publicó en dos partes; estos son los enlaces:
Milonga del corrector (1)
Milonga del corrector (y 2)
3 comentarios:
No tenía ni idea de que fuera un trabajo tan mal pagado :O Mira que siempre clamo al cielo por la falta de correctores, pues ahora aún más. Porque es evidente que hay gente preparada e incluso dispuesta a hacer este trabajo por esa miseria de salario (puta crisis...) ¿y no quieren pagar ni siquiera eso? ¡Ay, qué poco se valora la corrección!
Poquísimo, nena, poquísimo. Por eso quería darle un poco de publicidad a este artículo.
Y que en ocasiones contratan a correctores y/o traductores que han de ser primos de alguien o becarios que trabajan gratis, porque lo que se llega a publicar a veces da una vergüenza...
Yo he corregido las novelas de un amigo por amor al arte y es un trabajo muy chungo (eso que yo sólo corregía ortografía y poco más). Desde que lo hice aprecio mucho más el trabajo bien hecho, y sinceramente no entiendo a qué juegan las editoriales escatimando en pagar a los correctores y traductores. Un texto con errores, a gente como a mí nos estropea la experiencia de lectura por completo. Es ver un "El se levantó." y me levanto a por un lápiz para poner esa maldita tilde mientras gruño para mis adentros durante al menos las tres páginas siguientes.
Pero así es el modelo de negocio en España: nos cobran 20 € por una novela de 300 páginas y aún así alegan que no ganan lo suficiente para pagar salarios decentes porque el pirateo se lo está comiendo todo. Cómo me cabrea...
Publicar un comentario